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El suelo es más que la estructura que pisamos al caminar, más que un soporte físico para las planta: es un recurso natural que se ha formado durante cientos de millones años como resultado de las interacción física, química y biológica de las rocas, influenciado por el clima, la flora y fauna. El suelo está considerado como un recurso NO renovable ya que en el curso de la vida humana sobre la faz de la tierra su pérdida y degradación no podrá ser reversible si no tomamos acciones oportunamente.

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Actualmente, el suelo en la agricultura se encuentra amenazado, contaminado y limitado. El crecimiento y desarrollo de la población humana ha afectado la cantidad y calidad de estos suelos.

En la agricultura ecológica se manejan 3 componentes para mantener al suelo vivo, también llamadas “las 3 emes”, Materia orgánica, Microorganismos y Minerales.

La Materia orgánica, representa los desechos de origen animal y vegetal como: la hojarasca, tallos, ramas, raíces, frutos, pieles, vísceras, excrementon etcétera, que caen en la superficie del suelo y tienen la condición de sufrir cambios y transformaciones. Su importancia radica en la capacidad de retener agua, brindar nutrientes y mejorar la textura del suelo.

Los Microorganismos también llamados microbiota, presentes en el suelo es extensa y compleja, se compone de bacterias, hongos, algas, protozoarios, actinomiceto y hasta virus. Son excelentes transformadores de la materia orgánica, fijan y movilizan nutrientes importantes y al igual que en los animales establecen relaciones simbióticas y de antagonismo entre ellos, es decir, que pueden cooperar o combatir.

Los Minerales son partículas inorgánicas derivadas de las rocas, estas son importantes para el metabolismo y construcción de tejidos vegetales. Se dividen en macronutrientes (nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio) y micronutrientes (cobre, zinc, sodio, manganeso y boro).

Bajo un enfoque de aprovechamiento sostenible de este recurso, encontramos la visión del suelo vivo. El suelo se alimenta, respira, toma agua, crece, se enferma y puede morir; tal como cualquier otro organismo vivo. Además, el suelo es el hábitat para múltiples especies de insectos, arácnidos, lombrices, bacterias, hongos y algunos mamíferos.

Por lo anterior sostenemos que el suelo está vivo y necesita alimentarse de forma natural. Los abonos orgánicos como la composta y el bocashi aportan las “3 emes” de forma integral, ya que para su elaboración se utilizan insumos como: hojarasca, hierbas, paja, rastrojo, tierra, harina de rocas, carbón, ceniza, estiércol animal, levaduras y microorganismos activados. Su aportación constante mantiene la salud del suelo, así como la disponibilidad de los nutrientes necesarios para las plantas. Una planta bien nutrida se mantiene resistente ante el ataque de plagas y/o enfermedades y está nutrición se la dará el suelo. De esta manera se puede fortalecer nuestra soberanía alimentaria; alimentando al suelo para luego alimentamos a nosotros mismos.

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