Todos los días son días de la Tierra. Aquí vivimos y no solo eso: somos parte de ella. Que hoy, 22 de abril, celebremos el Día de la Tierra en todo el mundo, es un llamado que desde hace 51 años se viene haciendo para recordar lo que significa estar en este planeta, lo que significa ser La Tierra.
Todos los días son días de la Tierra. Aquí vivimos y no solo eso: somos parte de ella. Que hoy, 22 de abril, celebremos el Día de la Tierra en todo el mundo, es un llamado que desde hace 51 años se viene haciendo para recordar lo que significa estar en este planeta, lo que significa ser La Tierra.
Somos una expresión plena y completa de nuestro universo, consistentes con las reglas que surgen desde el Big Bang; nuestro planeta es fiel a la manera en que nuestra galaxia y nuestro universo se pronuncian y se atienen a las reglas del juego de la creación.
Si ponemos atención, nos podremos dar cuenta de que siendo seres humanos y siendo Tierra, somos un organismo que se nutre de la tierra, se hidrata con el agua, respira con el aire y con el fuego se calienta. En nosotros, otros organismos habitan y se relacionan entre sí y, a su vez, con nosotros mismos.
Este organismo cambiante y latente transporta nutrientes por medio del agua que nos regaló nuestra galaxia a través de su ciclo, desde el comienzo de la Tierra. En la cosmovisión de algunos pueblos indígenas, el agua que corre por los ríos es la sangre de la Tierra y los bosques son sus pulmones que, como los nuestros, son estructuras enramadas que respiran: ellos toman el dióxido de carbono y liberan el oxígeno que nosotros requerimos.
Pero ni el agua ni el aire de la Tierra podrían estar en movimiento a no ser por el calor. Toda la vida es un reservorio de la luz y el calor solar. El calor de las estrellas fue el caldero donde los elementos de la creación se fraguaron; por eso nuestro planeta es de roca, conjunción de miles de millones de estrellas que se reunieron luego de una gran explosión. El calor del sol mantiene la Tierra así como a todos los seres vivos en ella y, al mismo tiempo, ella y nosotros somos capaces de autoregularnos mediante ciertos mecanismos en los que participan los organismos que viven en nosotros.
Todo parece indicar que la vida surge en el mar, recibiendo los rayos del sol para comenzar una alquimia entre el agua y el carbono. De ahí que tengamos una hermandad prácticamente con todos los seres vivos de este planeta (y probablemente de otros) y hayamos aprendido con ellos a adaptarnos a las circunstancias para conservar nuestra existencia. Ahora sabemos que las circunstancias cambian con nosotros y así podemos vernos como parte de este sistema orgánico que es la Tierra.
El lenguaje nos ha dado la posibilidad de reflexionar sobre esto y preguntarnos ¿qué queremos conservar? ¿Cuál es la Tierra en que queremos vivir? Nos necesitamos unos de otros en todo y por todo, sin olvidar a la roca misma de nuestro planeta que es la fuente primigenia de todo aquello que nos conforma.
De la tierra, del suelo, brota una buena parte de lo que nos alimenta, de lo que nos nutre. Has pensado ¿Cómo le devuelves lo que te da? ¿Cómo estás viviendo la reciprocidad con ello? ¿Eres consciente de que aquí, como en todo, uno recibe lo que da? ¿Cómo nos podemos integrar consciente y armónicamente a los ciclos vitales de nuestra esfera, enaltecer nuestro alter ego en consonancia con las manifestaciones de futuro de nuestro planeta, galaxia, universo? Así, quizá, la Tierra podría tener más de un día para celebrar.