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¿Qué es lo que hace que una planta esté sana y cómo sabemos que lo está? Y, luego, ¿la sanidad de una planta garantiza la calidad de sus frutos?

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Dado que la agricultura es una de las actividades económicas más importantes en el mundo (si no es que la más, pues la ganadería también depende de ella), estos puntos se convierten en datos de primera importancia para la humanidad. No solo por el valor económico que representan a partir de su comercialización, sino por las implicaciones que pueden tener en temas de salud pública. Sin embargo, contrario a lo que podría pensarse, la salud de una planta no garantiza el valor nutricional de sus frutos, que es lo que da salud a las personas, disminuye las tasas de enfermedades, y resulta en una mejor calidad de vida.



Pero, entonces ¿cómo sabemos si los frutos de una planta sana son nutritivos? ¿Te has preguntado si su aspecto nos indica verdaderamente su salud? Muchas personas conservamos la idea de que, entre más perfecta la fruta, mejor es para nosotros; sin embargo, no consideramos que la agricultura convencional se vale de ciertos artilugios para convencer a nuestros sentidos de que esto es así. Estos artilugios, no obstante, muchas veces no solo no son benéficos para nosotros, sino que pueden llegar a ser perjudiciales. Pero ya abordaremos ese tema en otro texto.



Para abrir esta conversación creemos que es suficiente recordar el dicho de que a veces “las apariencias engañan”, y que para tener un mejor conocimiento de las cosas, hay que profundizar en ellas, tratar de llegar a su corazón.



¿Cómo medimos, entonces, la calidad de los frutos que nos da una planta si “las apariencias engañan”? Pues resulta que, así como la delgadez de una persona no es necesariamente un reflejo de su salud, los colores, texturas y formas tampoco lo son de las plantas y frutos. Para saberlo, más bien habría que conocer cuáles son los nutrientes que las hacen sanas: estos son 13 y se dividen en macronutrientes (se necesitan en grandes cantidades), principalmente Nitrógeno, Fósforo, Potasio y Calcio, y micronutrientes (en pequeñas cantidades), sobre todo, Hierro, Manganeso, silicio y Zinc. Dichos nutrientes provienen de la calidad del aire, del agua y del suelo, de manera que, para asegurar su absorción, convendría atender, desde antes, estos medios.



Para saber qué tanto están presentes estos nutrientes en las plantas, se lleva a cabo una serie de análisis de hojas, tallos y raíces, los cuales se comparan con la media conocida para tal o cual especie.



En ocasiones, para compensar las deficiencias en estos nutrientes, se opta por usar fertilizantes industriales que al paso del tiempo resultan en más problemas que beneficios: aunque pueden dar resultados aparentes más inmediatos, son más caros para el productor; no mejoran las características físicas del sustrato (lo cual sí se consigue con la composta, por ejemplo); suelen terminar contaminando el suelo y el agua (que después terminaremos consumiendo de alguna manera); y nos dan frutos que, si los comparamos con los de han tenido un manejo agroecológico, tienen menos minerales (lo cual se puede observar físicamente por la intensidad de los colores e, incluso el peso del fruto o el grosor de sus tejidos).



Te invitamos a comparar un fruto que provenga de un huerto ecológico frente a uno de agricultura industrial, de la misma especie, más o menos del mismo tamaño y apariencia. Explora sus características con la vista, el tacto y el gusto, te sorprenderán los resultados.



Ahora, las preguntas que nos quedan son: ¿cuáles de estos dos tipos de frutos son más nutritivos?, ¿qué tan conveniente es comprarlos en supermercados? O, ¿cuál es la forma más responsable de acceder a ellos?, ¿cómo accedemos a este tipo de alimentos?

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