Es curioso que una imagen radial en forma de mandala, tal como es la imagen cromatográfica, se convierta en una herramienta tan útil, rápida y barata para evaluar la calidad de los suelos y que, al mismo tiempo, carezca de un sólido respaldo científico y de popularidad. En El Humedal aplicamos esta técnica en muestras de suelo, bioles y compostas.
La cromatografía de suelos fue desarrollada aproximadamente en 1940 pero fue hasta finales del siglo pasado que un par de agrónomos latinoamericanos comenzaron a difundir esta técnica en Brasil, Colombia y Costa Rica principalmente, poniéndola a disposición de los campesinos y agricultores en zonas rurales.
Las técnicas convencionales para el análisis de suelos agrícolas otorgan datos precisos sobre las características físicas y químicas; sin embargo, el desarrollo de la microbiología carece de importancia desde esta perspectiva de análisis ya que este tipo de estudio es complejo y costoso. Una de las aportaciones más importantes que hace la cromatografía al estudio es la actividad microbiológica como factor responsable de la desintegración de la materia orgánica, la solubilidad de minerales y la entrega de sustancias para el desarrollo vegetal.
En su etimología, la palabra “Cromatografía” quiere decir la escritura de los colores o, simplemente, “escribir colores”. Y, más allá de los colores, este análisis interpreta también formas, figuras, texturas y patrones gráficos, en un ejercicio de comunicación visual con el suelo y otras sustancias naturales.
El método consiste básicamente en disolver la muestra de suelo en una sustancia alcalina donde, químicamente, sus compuestos se separan gracias al principio de retención o adsorción selectiva; luego, sube por capilaridad para distribuirse en forma radial sobre un papel filtro hasta que los componentes queden detenidos en una zona en particular, según su peso específico. En menos de 30 minutos se puede apreciar el movimiento radial que recorre la sustancia líquida sobre el papel; luego se le dan una o dos semanas como tiempo de revelado en un sitio luminoso antes de ser interpretada. Es necesario tener referencias para hacer la interpretación; es decir, tener a la mano otros cromatogramas para hacer comparaciones y así caracterizarlo.
La imagen cromatográfica se divide en cuatro zonas: la central, relacionada con la compactación y la abundancia de nitrógeno; la interna, que revela la presencia y diversidad de minerales; la intermedia, que muestra la abundancia y estado de la materia orgánica, y la externa, que muestra sustancias propias de los microorganismos como enzimas y vitaminas. El suelo puede contener cantidades aceptables de todos los elementos nutritivos; sin embargo, no siempre están biodisponibles o integrados unos con otros y para eso nos puede ayudar el cromatograma: para conocer el grado de integración que hay entre elementos principales que constituyen la base de un suelo vivo y sano.
A pesar de ser una herramienta barata, sencilla, didáctica y útil, la cromatografía se aplica por un reducido número de campesinos, agricultores, universidades y centros de investigación: hay pocas personas dispuestas a experimentar nuevas formas de observar el suelo. En El Humedal contamos con un historial que nos permite ver la evolución del sistema suelo antes y después de cada temporada, así como las etapas del compostaje y maduración de estiércol y biofertilizantes enriquecidos. Esto nos permite tomar decisiones generales sobre el manejo agronómico en cuanto a fertilización, aireación, inoculación, etcétera. Todo esto nos brinda la posibilidad de establecer comunicación con el suelo y escuchar lo que nos quiere decir y lo que debemos aportar.